¿Por qué crujen los nudillos?

Los científicos son una lata: no hay nada, pero lo que se dice nada, que esté a salvo de su espíritu investigador. Todo nos lo pueden explicar, siempre y en todos los terrenos. Analizan la luz de las estrellas distantes como si fuese la de la lámpara de su mesa de trabajo; lanzan los elementos más pequeños de la materia por unos aceleradores de partículas que parecen cosa de locos; leen en el genoma humano y animal como en un libro abierto. ¿Cómo llega a saber todo eso esta gente de laboratorio? ¿Y cómo pueden estar siempre tan seguros? Es frustrante para nosotros, para quienes ya las pequeñas cosas habituales de la vida cotidiana son muchas veces un enigma. 

Por ejemplo los crujidos de los nudillos, con los que a algunos tipos les divierte tanto sobresaltar a los demás. Por eso nos anticipamos aquí a dar, con toda franqueza, la que es quizá la respuesta más curiosa de todas las peliagudas preguntas de este libro. La contestación de la ciencia a la pregunta «¿Por qué crujen los nudillos?» es: «¡No lo sabemos!». Casi podríamos decir que a este enigma nadie le ha metido aún el diente. Pero los que se dedican a explicar el mundo desde el laboratorio no se dan por vencidos tan fácilmente. Siempre hay una teoría. Dicho con más exactitud, hay varias teorías, y por desgracia nadie puede decir con seguridad si alguna de ellas es la correcta. 

Según la teoría más generalizada, al estirar las articulaciones estallan pequeñas burbujas de gas que salen del líquido sinovial. Cuando se tira de los dedos aumentando el espacio entre los huesos, se forman en ese fluido lubricante diminutas burbujitas que explotan con un ruido seco. Los médicos ya han podido demostrar la existencia de estas burbujitas de gas en otros lugares, por ejemplo en las hernias discales, con ayuda de los rayos X.

Como hemos dicho, esta es una de las diversas teorías. Otra posibilidad sería que los tendones móviles, que pueden moverse no solo hacia delante y hacia atrás sino también de lado, se engancharan, al cruzarse y tensarse, en una pequeña rebaba de la articulación, haciendo ruido. Podría ser también que los tendones resbalaran sobre pequeñas cicatrices produciendo ese fastidioso sonido, como al disparar un arco de juguete. La tercera respuesta posible es poco verosímil, pues en realidad solo es valedera para las personas de edad avanzada, en cuyas articulaciones se han formado ya pequeños sedimentos óseos. Estos rebordes en el hueso se deslizan uno sobre otro dando así lugar al crujido.

Pero es posible tal vez que los crujidos de los nudillos sean el hermano pequeño de ese famoso chasquido causado al reducir una dislocación, cuando ciertas manos hábiles, mediante un enérgico tirón, encajan una articulación de modo que cartílagos, cápsulas y huesos vuelvan a la posición que les corresponde. Suele ir acompañado de un crujido que da miedo, al oír el cual a uno casi le cuesta imaginar que el procedimiento sirva para curar al paciente. Pero ¿es comparable a esto el crujido de los nudillos? 

La verdad es que, en el fondo, no debe sorprendernos ni es una vergüenza para la ciencia el no haber desvelado el enigma del crujido de los nudillos, ya que al fin y al cabo no es una enfermedad y la mayoría de la veces los propios «crujidores» lo provocan deliberadamente.


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