¿Los peces beben agua?

Todo aquel que se haya fijado alguna vez en la boca de los peces habrá podido suponer que se trata de animales mamíferos. En el acuario es posible observarlos bien: los peces se deslizan apaciblemente por el agua abriendo y cerrando la boca todo el rato, como si estuvieran bebiendo. Pero es una impresión engañosa. A los peces, abrir y cerrar la boca les sirve para respirar, pues tienen que hacer pasar agua continuamente por las agallas para obtener oxígeno. Aunque todos los peces (con excepción de las pocas especies de «peces pulmonados») realizan la respiración branquial, solo los peces marinos se hinchan a beber el agua en la que están sumergidos. 

Los peces marinos beben del agua en la que nadan: no tienen otra cosa a su disposición. Un claro caso de aberración del gusto, se podría pensar, pues al fin y al cabo el agua salada es bastante repugnante al paladar humano. Pero los peces de agua salada tienen que tomar gran cantidad de agua, ya que de lo contrario se quedarían secos en medio del mar.

El agua del mar es mucho más salada que el fluido orgánico de los peces. Las células de estos contienen solo una pequeña cantidad de sal. Estas células están envueltas en una membrana que no deja pasar la sal pero sí el agua. Como las moléculas de agua atraviesan la membrana siempre hacia donde hay mayor concentración de sal, los peces marinos pierden agua constantemente a través de las agallas y las mucosas, corriendo el peligro de secarse. Para compensar la pérdida de agua tienen que beber mucho.

Pero al tomar mucha agua de mar les entra gran cantidad de sal en el cuerpo y la sangre. En los peces óseos, el exceso de sal es eliminado por las branquias. En las branquias hay unos canales que transportan activamente la sangre al exterior a través de la mucosa de las propias agallas. Los peces cartilaginosos como el tiburón tienen glándulas rectales especiales por las cuales se libran de la sal sobrante. Los peces de agua salada segregan orina solo en cantidades muy pequeñas, a fin de limitar la pérdida de agua. 

A los peces de agua dulce les sucede justo lo contrario. No beben, pero eliminan mucha agua. El agua circundante entra por sí sola en su organismo a través de las mucosas de la boca y las agallas porque contiene menos sal que el cuerpo del pez. Para no reventar, los peces de agua dulce han de expulsar agua sin parar. Por esta razón, muchos zoólogos, de un modo un tanto grosero, los llaman «meones» en contraste con los «bebedores» de agua salada. 

La cantidad que orinan los peces de agua dulce es efectivamente enorme: por término medio 300 mililitros diarios por kilo de peso. Esto equivale a 3 litros de orina diarios para una carpa de 10 kilos. En la naturaleza esto no es un problema, pues la orina de pez es muy acuosa y, con tanta agua alrededor, se diluye y es arrastrada. Sin embargo, como con la orina siempre se pierde sal del cuerpo, los peces de agua dulce absorben abundantes sales del entorno por las agallas. 

De los peces se puede decir, pues, que o beben o mean. Algunas especies alternan entre la fracción de los bebedores y la de los meones. Por ejemplo, los salmones nadan desde el mar hasta aguas dulces para desovar. En el lugar donde el río desemboca en el mar, pasan por aguas salobres, mezcla de agua dulce y salada. Allí, los peces pueden habituarse poco a poco a una concentración de sal que va cambiando, así como invertir su regulación de la sal y el agua mediante la influencia de determinadas hormonas.



Fuente: 70 preguntas curiosas sobre el mundo que nos rodea por Martin gent.

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