¿Por qué hay personas que no engordan nunca?

Por la mañana, dos panecillos bien untados de mantequilla; a mediodía, dos buenos platos de pasta; por la tarde, pan, salchichas y un gran pedazo de queso. Además, una cerveza. Hay quienes piensan que engordarían solo con leer semejante menú. Otros se zampan realmente esas cantidades y sin embargo se mantienen delgados y esbeltos, incluso en edad avanzada. ¿Cómo es posible? Cuando las personas engordan, el motivo es siempre el mismo: ingieren más energía de la que gastan. Ojo: hemos dicho «energía». El aporte de energía no es necesariamente grande en el caso de los que comen «mucho». Un vistazo a las tablas de calorías lo aclarará: una ración enorme de zanahorias de 750 gramos contiene la misma cantidad de energía que una tableta de chocolate. Una gran ración de pasta, 100 gramos de peso en seco, contiene la misma cantidad de energía que una chocolatina «para matar el gusanillo». Y , dicho sea de paso, la misma que una barrita de muesli, ya que los productos integrales son muy energéticos, aunque esto no se corresponda en absoluto con su imagen.

Pero no siempre las personas que ingieren mucha energía engordan. Una posible explicación es que esas personas se mueven con regularidad o hacen deporte. Sin embargo, solo moviéndose no es fácil volver a perder el peso que se ha aumentado, pues para quemar el contenido energético de una tableta de chocolate hay que correr aproximadamente una hora. Existen también personas afortunadas que mantienen su peso ideal sin ningún esfuerzo y sin ascetismo. Se cuentan entre los malos «transformadores del alimento». Las personas se diferencian por el índice de conversión de lo que comen. Lo mismo que una máquina, el ser humano tiene un rendimiento, es decir, solo una parte de la energía de los alimentos se transforma en energía del propio cuerpo. Por término medio, este rendimiento se sitúa en el 40%. Lo que no se utiliza, el organismo lo convierte en grasa. El que es muy buen «transformador del alimento» tiene un rendimiento en torno al 50%, esto es, tiene tendencia a almacenar más energía alimentaria en forma de grasa corporal. Por el contrario, el índice de los «transformadores del alimento» muy malos es aproximadamente de un 30%. Por supuesto, su absorción de energía al comer y beber puede ser mayor que el de otros sin ponerse gruesos. Pero quien crea haber descubierto por fin el verdadero motivo de su permanente problema de peso (precisamente un rendimiento demasiado bueno) es probable que esté simplificando mucho la cuestión, pues los nutricionistas han investigado ya en numerosos estudios cuándo se engorda y cuándo no. Registraron con exactitud lo que cada individuo comía y bebía y cuánto se movía. Casi todos estos estudios llegaron al mismo resultado: las diferencias fisiológicas existentes entre las personas no son responsables, por regla general, de que unas engorden y otras se mantengan delgadas. Casi siempre las diferencias están en lo que uno come y bebe y en cuánto se mueve. Ocupaciones sedentarias, falta de ejercicio, fast food a mediodía y empanadas y bollos por la tarde: con ese panorama, el muesli matinal no puede arreglar gran cosa, ni siquiera en el caso del peor «transformador del alimento». Y es que, ahora y siempre, sigue teniendo validez el principio de que engorda quien ingiere más energía de la que gasta.



Fuente: 70 preguntas curiosas sobre el mundo que nos rodea por Martin gent.


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